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03/07/2023
LA SOSTENIBILIDAD ES REAL SÓLO SI ES 360º
La certificación ha ido desarrollándose al ritmo del tejido económico; un movimiento que en buena medida está marcado por las demandas a las que las organizaciones deben responder, si quieren ser competitivas a largo plazo. De este modo, la certificación ha evolucionado respecto de su función, pasando de ser un “lenguaje” que usaban las empresas para comunicar su alineamiento con las mejores prácticas del mercado, principalmente en términos de seguridad y procesos; a un mecanismo de transmisión de compromisos de las empresas con los valores más reconocidos por parte de la sociedad en cada momento. De este modo, la certificación se ha convertido en una herramienta de diferenciación para las empresas ante todos sus stakeholders, demostrando el cumplimiento de sus compromisos con los valores a través de la generación y validación de evidencias contrastadas por un agente independiente.
En estos momentos, podemos asegurar que la Sostenibilidad se encuentra entre los valores más relevantes que preocupan y mueven a la sociedad. Pero ¿qué alcance tiene la Sostenibilidad? La reciente generalización de este concepto, y la incertidumbre respecto de su verdadero alcance, ha traído como consecuencia que su grado de madurez sea aún bajo, lo que provoca su constante evolución a lo largo del tiempo. Así, lo que la sociedad espera de una empresa para reconocerla -y favorecerla- como sostenible no es mismo hoy que 10 años atrás. Alineadamente, el respaldo con que las certificadoras trasmitimos los comportamientos que hemos comprobado con rigor en nuestros clientes, necesita evolucionar en la misma línea.
En 1987, el documento de referencia mundial en este campo fue el Informe Brundtland, elaborado para Naciones Unidas y en el que se ponía el foco en los procesos medioambientales y en el impacto sobre el entorno del modelo vigente de desarrollo económico. Algunos años más tarde, en 1999, el Dow Jones Sustainability Index comenzó a valorar atributos medioambientales de las empresas en su evaluación de las mismas, con la sustancial aportación de establecer una relación entre éstos y el éxito financiero.
En 2005, el Informe “Who Cares Wins” dio el paso fundamental de ir más allá y abogar por la integración de los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en la gestión de activos y los servicios de aseguramiento y asociados. Dicho informe fue el resultado de un esfuerzo conjunto de diversas instituciones financieras, invitadas por el entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan.
De este modo, creciendo desde los conceptos e ideas incorporados en el informe elaborado por la ONU en 2005, llegamos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, u ODS. Dichos ODS no sólo definen la hoja de ruta a seguir por parte de las empresas para la integración de la sostenibilidad en el corazón de sus modelos de gestión; sino que también definen el marco en el que las empresas explican sus avances y contribución ante sus principales stakeholders. Los 17 principios recogidos en los ODS abarcan aspectos ambientales, sociales y de gobernanza.
Hoy día, para que se considere que una organización está comprometida con un abordaje auténtico de la sostenibilidad, esta debe aplicar un enfoque integral; 360º. ¿Qué supone esto? El concepto de sostenibilidad 360º pivota principalmente alrededor de tres ejes: campo de acción, trazabilidad y población que se siente concernida.
En cuanto al campo de acción, es evidente que los aspectos ambientales siguen teniendo un papel predominante en la imagen que la mayoría de las personas tiene respecto de la sostenibilidad. Sin embargo, podemos observar que, poco a poco, se abre mayor camino un enfoque ESG donde también se contemplan las consideraciones relativas a los aspectos sociales y de buen gobierno de las organizaciones. De hecho, en mi opinión, es precisamente en la demostración de compromiso con los aspectos sociales donde existen mayores oportunidades para lograr una diferenciación competitiva por parte de las empresas no sólo ante el público general, sino también ante sus principales stakeholders. En relación con los aspectos de Buen Gobierno se puede observar que, si bien es cierto que hay un creciente escrutinio, lo que demuestra una mayor preocupación sobre el tema; la realidad es que la implantación de modelos de Buen Gobierno en las organizaciones no está en decadencia sino más bien al contrario. En todo caso, estos aspectos de la gobernanza de las empresas son objeto de preocupación de colectivos muy relevantes para las organizaciones, pero no están tan generalizados en los consumidores.
Respecto a la trazabilidad, no podemos afirmar con rotundidad que un producto o una organización sea completamente sostenible si no lo son todas sus partes; incluyendo toda su cadena de valor y la de sus proveedores. En este sentido recientemente Raül Blanco, exsecretario General de Industria del Gobierno de España, publicó junto a María Trallero un artículo en Expansión alrededor de un argumento que gana adeptos de forma creciente: el Green Deal de la Unión Europea no será real si los productos se fabrican con materias y componentes elaborados en “condiciones ambientales y laborales muy alejadas de los estándares europeos”.
Este concepto entronca con otro al que los acontecimientos de los últimos años han devuelto toda su vigencia: la autonomía estratégica. Recientemente, la Comisión Europea ha publicado la Ley de Materias Primas Críticas (MPC), que se basa en 3 pilares que se apoyan mutuamente: desarrollar la cadena de valor de las materias primas críticas en el ámbito de la UE; impulsar la diversificación de la oferta y asociarse de manera mutuamente beneficiosa en apoyo de la producción mundial; y fomentar el abastecimiento sostenible y promover la circularidad.
Por último, respecto del tercer eje de la sostenibilidad 360º, la población que se siente concernida, podemos decir que ésta no sólo es cada vez más numerosa, sino que también lo es en un ámbito más integral. La consecuencia de ello es que la sostenibilidad va incrementando el grado de impacto real en las decisiones de las empresas; ¿podíamos pensar hace unos años que una gran cadena de supermercados sólo vendiera huevos de granjas con gallinas criadas en suelo?
La sociedad es cada vez más consciente de la importancia de las acciones individuales para lograr transformaciones de calado. Esta asunción de responsabilidad individual, cada vez mayor, provoca que también se incremente la exigencia de responsabilidad a las empresas, que además deben jugar un papel fundamental como agentes de la transformación, en la dirección de los valores más apreciados por todos. En este sentido, la última edición del prestigioso estudio “Edelman Trust Barometer” arroja varios datos reveladores: el 63% de la población compra o aboga por marcas de acuerdo con sus creencias y valores y; cuando se pregunta por las entidades más capacitadas para coordinar los esfuerzos para la resolución de los problemas de la sociedad, el mayor dato, 53%, lo obtienen las empresas.
Estas expectativas de la sociedad apelan a todos los sectores. Por ello, todas las empresas incrementan significativamente el riesgo reputacional de ser acusadas de “greenwashing”, un término que, aunque en ocasiones se use algo a la ligera; acabará impactando muy significativamente en el posicionamiento de mercado de las empresas que tengan la tentación de tomar la sostenibilidad como un elemento exclusivo de marketing.
En este marco, las entidades de certificación serias y rigurosas tienen un papel muy relevante que cumplir, ayudando a que aquellas empresas que hacen un esfuerzo real por la incorporación de valores apreciados por la sociedad en su estrategia y gestión, reciban el reconocimiento que merecen.
David de Pastors.
Director de Evaluación de la Conformidad y Canal Regional. AENOR